Juan Daniel Fullaondo: Contra el tiempo, contra la caducidad, contra el presente y contra la muerte.

Arquitectura amb dramatisme.

 

El edificio se vale por sí mismo, funciona por sus mismos aciertos estructurales, por la bondad de su tectónica, por su plasticidad, por la perfección de su diseño – forma. El edificio se justifica en su función por sus personales acciones de arquitectura, por los espacios de ensoñación funcional que ellos provocan: la función apuntada y provocada por la forma.

 

El edificio se ve al desnudo cuando lo visito, en su osamenta, su sistema nervioso a vista, en el esplendor de sus estructuras, en la total brillantez de su diseño, en la brillantez extrema de su concepción constructiva. Arrebato y gravedad a una, fuego y temblor, el árbol sobre mí, a mi alrededor, a mis pies, cargado de voces, como debieron estarlo para aquellos constructores de las grandes edificaciones góticas, sus propias arboladuras gigantes.

 

La función del Centro se apunta en la belleza de su estructura; en su dinámica, en su poética, en su cambiante y modulante flexibilidad espacial, que importa a la totalidad del edificio y que corre como por un misterioso sistema venoso y nervioso a lo largo y ancho de todo este árbol estructural, sin solución de continuidad, con fluidez excitante.

Lo ornamental es estructural y plásticamente exigido por los modos mismos de esta arquitectura.

 

Fragmentos del libro Artistas españoles contemporaneos, Fernando Higueras. Jose de Castro Arines, 1972